"Limpiaparabrisas

cruza sin mirar

un niño no puede

el auto esquivar

solo se oye un grito

golpe y nada mas

demasiada sangre

en esta ciudad"


Un poco de sangre - Maldita Vecindad

Renovando el dni

Corría el año 1999, me parece que era marzo o abril, íbamos a encontrarnos con unos amigos y mi enamorada de esa época no se había terminado de alistar. Falta 30 minutos – me dijo, aún es temprano. Para mí 30 minutos antes de una reunión no es temprano (tomando en cuenta que el lugar queda exactamente a 30 minutos), además no soporto el tráfico y a veces demorar 5 o 10 minutos de más es suficiente para quedarse atorado. Finalmente, cuando salimos, pasó lo que tenía que pasar, nos quedamos atorados 1 hora en el tráfico y llegamos tarde. Si bien considero una falta de respeto hacer esperar a las personas, felizmente ese día al llegar, nuestros amigos no estaban ni cerca de estar listos, pero ya había pasado la pesadilla del tráfico, que es algo que no soporto. 

Desde aquella vez, nunca he llegado tarde a una reunión, cita, entrevista o cualquier cosa que signifique pactar un horario establecido para algo. Es más, llego una hora antes sí es posible. Y soy así desde siempre. En la primaria mi casa quedaba a cinco cuadras del colegio, y llegaba a las 6:30am sólo para jugar ping pong. Me la pasé así hasta quinto de media y eso que en 6to grado me mudé a Surco (y mi colegio estaba en Jesús María). Cuando salía de mi casa, era literalmente de madrugada. Tomaba el Chama que su paradero inicial en esa época era el Parque Perú en Vista Alegre y casi siempre era el primer carro que salía a la ruta. La explicación es sencilla, desde pequeño no soportaba quedarme atorado en el tráfico ya que no puedo hacer nada que no sea escuchar música (y la música del Chama casi siempre eran boleros), además tengo el problema de no poder leer en el carro, me dan náuseas, por eso el tráfico es tiempo muerto en todo sentido.

Por eso desde 1999 no he vuelto a saber del tráfico en su máximo expresión. Y es una empresa no tan complicada. Felizmente duermo poco, entre 4 a 5 horas, me levanto máximo a las 5:30am, salgo de mi casa 6:30am como máximo y estoy en 10 minutos en San Isidro (donde trabajo). No importa el día, no importa la celebración, no importa si rompen las calles, a esa hora uno puede llegar en 10 o 15 minutos al trabajo. Y si bien, de regreso (a las 6:00pm) existe algo de tráfico, como cualquier conocedor de rutas alternas, puedes hacer la ruta a esa hora en 30 minutos hasta tu casa. Salir en las tardes treinta minutos después puede hacer que las rutas alternas también estén congestionadas, por lo que sí tengo algo que hacer, salgo al menos una hora después.

Ayer fui a renovar mi DNI, tarea que tengo que realizar cada ocho años de forma personal (cuando ya vivimos un mundo 2.0 y deberíamos tener la facilidad de hacerlo en línea). Un día antes, camino al trabajo, había pasado por el local que está en una de las rutas que tomo hacia el trabajo y a esa hora no había una sola persona, razón por la cual decidí llegar a las 7:30am a la RENIEC. Como nunca es bueno desperdiciar el tiempo, me compré la revista que compro todos los meses para ir leyendo mientras esperaba. Felizmente la mayoría de instituciones del estado abren sus puertas a la hora pactada (8:30am), hice mi trámite en cinco minutos y salí raudo hacia el trabajo. Es bueno mencionar que de la RENIEC a mi trabajo hay cerca de 44 cuadras, poco más de 4 kilómetros (de mi casa al trabajo 6.2 kms y si lo hago en 10 minutos la velocidad media es 37 kms/hora aprox.).

Para nadie será un secreto que sabía lo que me iba a encontrar a esa hora. Los 12 semáforos que separan la ruta siempre en rojo y cuando estaba en verde, nuestra variopinta “fauna” automovilística me recordaba que a esa hora no importa el semáforo, que “la astucia” del “más vivo” se impone antes el reglamento de tránsito. También me hacían recordar que los silbatos a esa hora hacen que los semáforos funcionen como luces de navidad y que el criterio de cierta “fauna” policial sea el mayor causante del tránsito en la ciudad. Para ser sincero, avancé las primeras 22 cuadras en 15 minutos (una velocidad media de 8kms/hora aprox.). Pasado el cruce de dos avenidas importantes el tema cambió drásticamente. Pude avanzar las siguientes 8 cuadras en 30 minutos (es decir una velocidad media de 1.5Kms/hora) y claro sonidos estridentes por todos lados; combis que entraban por rutas alternas no hechas para su paso, tratando de ganar algunas cuadras y parando a media avenida cuando les da la gana; personas que al parecer han comprado sus camionetas para no sentir miedo de poner el carro cuando su carril no avanza y quieren aprovechar el manejo a la defensiva de los otros; gritos, insultos de gente porque no avanzan más rápidos, casi atropellos de peatones que arriesgan su vida cruzando a media avenida, etcétera. Felizmente no terminé de leer mi revista haciendo la cola, así que en cada tiempo muerto y con el aire acondicionado lo más bajo posible para no sentir nauseas, pude terminar de leer todo. Además la buena música ayuda a relajar un poco el estrés que uno siente al manejar en estas condiciones.

Llegué a la oficina a las 9:39am, más de una hora luego de iniciar la ruta. Y si bien fue una experiencia no tan mala como cuando no tienes nada que leer o nada que escuchar. Sinceramente prefiero que mis amigos me sigan llamando loco, obsesivo con el tiempo, raro. Porque prefiero evitarme los malos ratos y los tiempos muertos en el tráfico. Así que tengo ocho años para analizar mis tres opciones: 1) Me aventuraré nuevamente sobre esta selva de asfalto y metal, 2) Pediré un día de vacaciones para hacer el trámite (así como lo hice 8 años antes) o 3) Haré mi cola un día sábado desde las 6:00am para poder renovar el bendito DNI y no sufrir con otra de mis fobias: las colas gigantes.

El Perú crece, de eso no hay duda, pero por la improvisación también crece en tráfico, en smog, en colas, accidentes, imprudencia, entre otras cosas.